La hipertrofia icónica en el arte de Richard Corben

02.06.2019

Las mujeres que dibuja Richard Corben son hipertróficas, pero en este caso no se trata de mujeres culturistas, sino de mujeres con enormes atributos que realzan sus rasgos más identitaria y sexualmente femeninos. Corben se declara con ello reconocido seguidor de Russ Meyer y su estética pretendidamente camp de las megavixens (Tara Satana, Raven de la Croix y, sobre todo, Kitten Natividad, en la que está parcialmente inspirada la propia Kath, que, al igual que Natividad, es una rubia de voluminoso pecho y graciosa cara). Cuando los pechos de la mujer dejan de ser tabú, pierden parte de la fascinación que pudieran tener cuando estuvieron prohibida su representación. Las megavixens de Russ Meyer y de Richard Corben representan la lucha radical contra el tabú, aprovechándose de él ridiculizándolo por exageración, exponiéndolo a través de guiones enloquecidos y disparatados, neosurrealistas, que pretenden llevar al sonrojo del espectador, un sonrojo que no consiguen con la exhibición impúdica de pechos masivos y en movimiento constante. Russ Meyer, en este sentido, creó una estética pretendidamente camp de la que luego artistas como Richard Corben se aprovecharían en sus pretensiones narrativas.

En efecto, de nuevo tal hipertrofia (en este caso en los atributos femeninos de las megavixens) ayuda a la narración y crea un impacto visual singular, de contrapunto a la muscularidad del personaje masculino. Al igual que los guiones de Russ Meyer, el de Corben es delirante, aunque no pretendidamente camp. Corben no tiene el sentido del humor de Meyer, aun cuando siempre busca un lado caricaturesco, pero la caricatura de Corben es expresionista, no bufona y de escarnio como es el caso de Meyer. En ambos casos, no obstante, sin delirios no hay grandeza, podría decirse. Tampoco hay que buscar muchos significados ocultos a esa forma de narrar, lo importante es que sirve al objetivo del autor y con ello es suficiente. El sinsentido delirante y juguetón de los guiones de Russ Meyer es en parte retomado por Corben para sus propios relatos, a veces deslavazado, de, por ejemplo, Den. Corben está más preocupado por el impacto visual de sus dibujos y su magnífica y diferente técnica de coloreado con fotolitos que por dar al relato una coherencia narrativa. A nadie importa, ni en las películas de Russ Meyer ni en los relatos de Den, que el guion sea inconexo, extraño o poco entendible. La imagen es lo que impacta en ambos casos, y en ambos sexos, y el solo aparente descuido en la narración no es otra cosa que un apoyo de Corben para conseguir ese impacto visual que caracteriza su trabajo.

Las mujeres en los relatos de Corben generalmente adoptan un doble papel: por un lado, están al servicio del hombre, en este caso de Den, para que éste haga con ellas lo que quiera, pero por otro logran tomar sus propias decisiones y no se dejan poseer si ellas no quieren. Son liberales, no sometidas, pero no son totalmente independientes del hombre. Son mujeres adultas que reivindican su liberalidad, son recatadas si quieren pero no vírgenes. «No sé lo que daría por abandonar esta espantosa pesadilla machista», es la frase con la que Kath da por concluida una disputa con Den, harta de que sea tratada sin respeto. Para suavizar un poco el carácter machista de Den, que la propia Kath denuncia con amargura, Corben hace que el miembro de Den sea grande pero completamente inútil.

Las mujeres de Corben no siguen el estereotipo de guerreras amazónicas y autosuficientes, del estilo de Red Sonja o, sobre todo, Xena, la princesa guerrera (Sam Raimi, Robert Tapert, John Schulian y R.J. Stewart, 1995), que en realidad son estereotipos míticos masculinos (el mito de Hércules repetido ene veces) pero mostrado en un envoltorio femenino, o en un envoltorio femenino pero abiertamente masculinizado tanto en la imagen del personaje, en las expresiones como en la relación con otras mujeres, que ante ella adoptan el rol sumiso que adoptan otras mujeres en estereotipos ante héroes masculinos heterosexuales pero dominantes. Las mujeres de Corben no son chicas duras al uso del estilo de Mujer Maravilla, ni decididas al estilo de Rosie la remachadora, ni guerreras independientes del estilo de Sheena, ni vampiresas o heroínas de ciencia ficción mejoradas genéticamente del estilo de Vampirella o Barbarella, ni tampoco son clásicas heroínas de cómic embutidas en mallas y que patean los traseros de los villanos del estilo de Cat Woman. El mito de Juana de Arco, que inspiró muchos de estos personajes femeninos de la cultura popular, no tiene nada que ver en la narración corbiana cuando trata a la mujer. Las mujeres corbianas, con contadas excepciones, no son guerreras ni amazonas modernas.

No son mujeres con decisión suficiente para enfrentarse al héroe masculino, pues casi siempre están siendo raptadas por enormes lagartos o monstruos para que el héroe masculino vaya a rescatarlas y, luego, si hay suerte y a modo de compensación por tal esfuerzo, intentar yacer con ellas. Son mujeres que dependen de sus atributos físicoeróticos y de su inteligencia para utilizar convenientemente su sex appeal ante hombres fornidos con cerebro de adolescente impúber atenazado por sus deseos sexuales no satisfechos. Esa dualidad (entre un machismo no velado y un feminismo reivindicativo, tal como se ha visto en las palabras de Kath, que a fin de cuentas es el amor verdadero de Den) es propia del tiempo en que se realizó la serie: primeros años setenta y ochenta, en el que la reivindicación feminista estaba en su pleno auge en Estados Unidos.

Aun sabiendo que el público destinatario de la obra eran, sobre todo, esos adolescentes impúberes que tienen ensoñaciones sexuales con las hipersexuadas compañeras de Den, Corben no podía expresar abiertamente un mensaje denigratorio para la mujer, máxime teniendo en cuenta que en lo kitsch el rol de la mujer ha adoptado múltiples estereotipos, entre los que no han faltado muchas veces roles dominantes o al menos heroicos, tal como se puede ver en la literatura pulp, en la que incluso surgió en su momento un subgénero literario de contenido abiertamente lésbico aparecido en los años cincuenta en Estados Unidos. Corben no quiso retratar sin más a una mujer objeto sometida a la lujuria de su protagonista masculino, tenía que dotarla de voluntad, de capacidad de reacción y de la suficiente fuerza contra el protagonista, a pesar de que en una pelea física nada tenía que hacer ante los enormes músculos de Den.

La visión que Den tiene de las mujeres es en ocasiones de simples objetos sexuales que se mueven voluptuosamente en un paraíso apocalíptico y a las cuales hay que rescatar; pero esa visión también la tienen ellas muchas veces de Den, aun cuando dejan que éste crea que la conquista sexual ha sido por su fuerza. La mujer en Den es una presa que puede convertirse en depredadora, en una lucha interminable y agotadora entre el hombre musculado y sus compañeras de destino. Pero Den tiene que rescatarla constantemente de los monstruos que la atrapan. No es, pues, una mujer que no necesite a los hombres, ni tampoco es una guerrera salvaje, del tipo Xena, la princesa guerrera. La mujer de Corben necesita al hombre, es secundaria del hombre, sin perjuicio de que logre utilizar sus propias armas en consecución de unos objetivos que ella misma se ha marcado. No es, en modo alguno, una mujer que reniegue de los hombres, o que los considere inferiores, como sí los considera, por ejemplo, Xena. Un diálogo que a continuación reproducimos sobre lo que para ellas significan los hombres, como es el diálogo que sostiene Xena, la princesa guerrera, con Gabrielle, su muy femenina pero decidida y fuerte escudera, sería impensable en las mujeres de Corben, sobre todo en Kath. Mientras Xena es una mujer independiente y fuerte que no precisa de los hombres para defenderse y hacer su vida, Kath ya hemos dicho que necesita ser rescatada de los monstruos.

Dicen Xena y Gabrielle lo siguiente:

GABRIELLE: Otro que se ha enamorado de ti.

XENA: ¿Otra vez? ¿Qué ocurre aquí?

GABRIELLE: Oh, deben de ser tus ojos azules... o el cuero. A los hombres les encanta el cuero.

XENA: Creo que es hora de cambiar de vestuario.

GABRIELLE: Sí, podrías ponerte una cota de malla.

XENA: No. Solo atraería a un tipo distinto de pervertidos.

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